Relatos
Me llamo Teril
En el momento en que te diagnostican parkinson, tanto quien lo padece como su entorno tienen una sensación de tremenda soledad y tristeza que casi se diría que puede tocarse.
Nace una gran impotencia, ignorancia, enfado y, en esos momentos, buscas culpables y te preguntas "¿por qué a mí?".
Sin embargo, si asumes la capacidad de asimilarlo y afrontarlo te das cuenta de que incluso con tus limitaciones y malos ratos, puedes seguir con tu ritmo de vida y adaptarlo a tu nuevo compañero.
Se trata de no condicionar tu vida al parkinson, al menos durante unos años. Luego, ya se verá.
Esta es la filosofía que me he inculcado. Cuando me diagnosticaron parkinson con 35 años fue como si hubiera anochecido de repente.
Pero un buen día me di cuenta de que no se puede vivir en la oscuridad y decidí que saliera el sol.
De momento, no ha vuelto la oscuridad a mi vida ni a la de los míos.