Este mes de octubre, concretamente el día 2, he celebrado como en años anteriores, el sexto aniversario de San Parkinson.
Así me lo prometí aquel 2 de octubre de 2003, cuando me notificaron un diagnóstico que jamás imaginé, pues desconocía completamente la sintomatología de la enfermedad de Parkinson
Llevaba 2 años y 3 meses, disfrutando de una plaza fija, conseguida con mucho esfuerzo y trabajo, en una empresa pública de la CAM.
Lo mejor que oí entonces fue que, con suerte, disfrutaría de máximo 2 años, de lo que parece ser que se ha dado en denominar "Luna de miel". Decidí entonces celebrar ese estado, cada año que pasase, y que yo pudiera valorar como positivo en relación al lento avance de la enfermedad.
Actualmente tengo 44 años, y hace 2 que notifiqué en mi empresa que padecía la enfermedad de Parkinson.
Había decidido mantener oculta mi enfermedad el máximo tiempo que me permitiesen los síntomas tan evidentes, que acompañan nuestra enfermedad, a pesar de que desde la Dirección se divulgó a través de Lotus, la entrada de la empresa, como miembro fundador de una Asociación que, a nivel mundial, se comprometía en uno de sus 10 principios básicos, a defender los derechos de las personas con minusvalía y su derecho a la promoción dentro de su empresa.
Esta decisión la tomé al comprobar la presión que desde diferentes puntos de la empresa, estaban recibiendo dos trabajadores de mi Servicio, diagnosticados de dos enfermedades neurodegenerativas diferentes, y cuyas edades se encontraban entre los 30 y 40 años.
Mantuve silencio 4 años, en los que debido al buen tratamiento y seguimiento por parte de mi neuróloga (preocupada principalmente por la calidad de vida de sus pacientes, y no por los laureles económicos que desgraciadamente se llegan a ver, en relación a cualquier enfermedad).
Nadie supo nada. Nadie notó nada. Hasta el punto que el 2º de esos años me concedieron un ascenso, al que pasados casi otros 3 años, renuncié voluntariamente, en beneficio de mi salud, al aumentar en exceso el trabajo.
Pues bien, en los 2 últimos años, en los que solicité un desgraciado traslado, he sido objetivo principal de un acoso despiadado y de una discriminación patente.
Llegados al extremo de ni siquiera contestarme a la solicitud de una flexibilidad horaria de 30 minutos más que mis compañeros (por supuesto, saliendo más tarde que ellos, tantos minutos como llegase posterior a ellos), la cual tramité en agosto de 2008.
Esta petición, partía de la imposibilidad que tenía algunos días, de forma esporádica, de calzarme por las mañanas debido a la tremenda hinchazón de las partes inferiores de las piernas, que de manera crónica se habían instalado en ellas, como efecto secundario de la toma de Mirapexin.
Este agonista dopaminergénico, debía ser el sustituto de Sogilen, tras la retirada masiva de este fármaco, y el fracaso de los famosos parches (creo que se llamaban Neubofren).
Abandonado mi cuerpo por estos agonistas, actualmente, sigo tomando otro agonista de los llamados antiguos, el Requip.
No tomo, ni he tomado nunca ningún medicamento con Levodopa.
Desconozco los efectos secundarios de todo lo que tomo y he tomado, porque así se me aconsejó para no obsesionarme. La medicación que nos recetan debemos tomarla, nos guste o no. Tenga los efectos que tenga, siempre y cuando sean lo que menos nos dañen. Así pues, ¿para que amargarnos de antemano por lo que quizás no llegue a pasar?.
Pero dentro de la lucha que mantengo con mi empresa, por su empeño en la solicitud de cualquier Invalidez que me pudieran conceder, mientras que yo me encuentro capacitada al 97% para desempeñar mi trabajo (aunque bastante limitada en la escritura manual, ya que mi lado afectado es el derecho, pero hoy en día se escribe casi todo en ordenador, y tanto es así que en el puesto que estoy actualmente, les notifiqué mi enfermedad a los compañeros, la semana pasada), éste artículo supone un "golpe bajo", en mis esfuerzos de reclamar una igualdad, sólo teórica.
Es cierto que nuestro comportamiento, nuestro ánimo, nuestras ilusiones y expectativas de futuro cambian.
Pero esos cambios vienen determinados en gran medida, por la falta de conocimiento de la enfermedad de Parkinson entre los que nos han dado en denominar de "Inicio Temprano". Vamos a psicólogos para que nos ayuden a llevar los problemas diarios derivados de nuestra enfermedad, no porque suframos ciertos trastornos obsesivo-compulsivos. Puede que existan casos. Yo misma tengo algún que otro problema con una recién estrenada afición al juego (otro de los posibles efectos adversos, no deseados).
De ahí a cualquier tipo de trastorno psicológico o comportamiento obsesivo, solo media el interés de quienes ven en los agonistas, un peligro por su intento de alargarnos la ingesta de Levodopa, en el noble intento que ponen neurólogos de nueva generación, de mejorar nuestra calidad de vida el máximo tiempo posible.
Con este artículo, acaban Ustedes de poner en las manos de mi empresa el arma con el que poder dispararme ante un Juzgado.
Al fin y al cabo no puedo denunciar una situación que parece que he creado de forma obsesiva, y en la cual me recreo compulsivamente, debido a los posibles trastornos producto de unas posibles alteraciones psiquiátricas.
Desconozco el efecto que esto pueda tener, contra todas las pruebas acumuladas en 2 años.
Era una lucha de David contra Goliath, pero quería justicia.