La playa.
Tengo una amiga que diseña pañuelos, magníficos pañuelos de seda de colores que te pueden llevar a lugares que no vistes ni probablemente veras nunca.
Me pregunto mi color o colores favoritos para hacerme uno, no se, le dije, me gusta el mar, ahí tienes variedad de colores para elegir, pues no quería forzarla a decantarse por ningún color por mi capricho, así seria ella la que me los ajustaba.
El mar puede ser negro brillante de luz de luna o simplemente ser la mas absoluta de las oscuridades, donde meter un pie da pánico y andar por la orilla conlleva oír solo el ruido jadeante de tu miedo.
Puede ser gama azul verdoso, lleno de bañistas ruidosos con la tortilla de patata como sol.
También lo recuerdo azul ALPINO, de los mapas mudos de 1º de Bachiller, ocea, color océano celeste de cuando tenias 11 años.
Otro mar favorito es el Moraga, ese mar juvenil de sardinas asadas en la playa, besos con sabor sangría, color candela y bikini tono sal.
La luz amarilla es apenas un punto en el fondo del horizonte, no sabes si desaparecerá embebida en la negrura, esos puntos negros que me parecen bañistas expertos, pueden serlo o desaparecer.
Hoy, tras salir del hospital, veo que esos puntos eran reales, no eran imaginados ni soñados, iban creciendo a mí alrededor, en medio de mi miedo y desconfianza.
Son y serán los amigos y familiares que me han ayudado a cruzar la negrura de la playa.